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Quito no solo es la capital de Ecuador. Es un símbolo. Una ciudad que, en las páginas de la historia, fue reconocida como Luz de América, no por sus faroles ni por su altura, sino por el espíritu de libertad, dignidad y pensamiento que en ella prendió una llama para toda la región.

Hoy, más que nunca, Quito necesita recordar quién es. Y los quiteños, recordar quiénes somos.

Volver a ser luz no significa mirar con nostalgia el pasado. Significa entender que cada generación debe encender de nuevo esa antorcha, que no se hereda automáticamente. Ser luz en medio de la oscuridad del conformismo, la apatía o la desesperanza, requiere valentía y propósito.

¿Qué significa ser luz como ciudadano?

  • Ser luz es actuar con coherencia, aún cuando nadie esté mirando. La ética no se negocia, se encarna.
  • Ser luz es no acostumbrarse a lo torcido, aunque esté en todas partes. Es levantar la voz donde otros callan, no desde la arrogancia, sino desde el amor al bien común.
  • Ser luz es cuidar la ciudad: sus espacios, su cultura, su memoria. No podemos hablar de orgullo quiteño si tiramos basura en la calle o destruimos lo que nos pertenece a todos.
  • Ser luz es ofrecer soluciones, no solo quejas. Es involucrarse, participar, construir puentes en lugar de trincheras.
  • Ser luz es mirar al otro con dignidad, aunque piense distinto. Quito no será luz mientras siga dividida por prejuicios, clases o indiferencia.

Quito fue faro de pensamiento y revolución, pero también de arte, espiritualidad y comunidad. Hoy, esa luz no debe apagarse bajo el polvo de la indiferencia ni la sombra del cinismo.

Este es un llamado a los jóvenes, a los adultos, a los barrios, a las universidades, a los artistas, a los comerciantes, a los trabajadores, a los líderes: Quito debe despertar.
Y no basta con exigir que otros cambien. La luz empieza en casa. En el ejemplo. En las pequeñas decisiones.

Que no digan de nosotros que fuimos herederos de un fuego que dejamos extinguir.
Que digan que, en tiempos difíciles, los quiteños supimos alumbrar el camino de nuevo.

Porque la Luz de América no es un título histórico.
Es una misión permanente.
Y empieza hoy, en cada uno de nosotros.

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